jueves, 10 de diciembre de 2009

Crítica de "Vivir rodando"

El desternillante y veraz análisis que nos ofrece Tom DiCillo sobre los tejemanejes del rodaje de un film de bajo presupuesto, hace de “Vivir Rodando” una película clave para entender la puesta en marcha de una película independiente.
Todo la película destila una frescura que no decae en ningún momento; el loco rodaje en el que nos sumergimos durante el metraje, evita que nos aburramos ni un momento.

DiCillo juega con la alternancia entre fotografía en color y fotografía en blanco y negro, para hacer que nos empapemos de la atmósfera permanentemente contradictoria y con ambiente de improvisación que respira el equipo ficticio de rodaje. Sin saber muy bien si nos movemos en realidad o ficción, en sueños o en presente, “Vivir Rodando” va desgranando poco a poco los problemas a los que se enfrenta un director con más ilusión que talento, a la hora de abordar un rodaje que parte de un guión propio. Con unas interpretaciones intachables (a destacar a Steve Buscemi en el papel del director de la película, soberbio transmitiendo todo el halo de incomprensión y soledad de los que se saben grandes genios, a la espera de que alguien más se de cuenta), “Vivir Rodando” profundiza en todos los elementos técnicos y humanos que hacen posible el rodaje de un pequeño film.

El guión, a saltos entre momentos ficticios –la mayoría sueños premonitorios de los componentes del rodaje- y reales, nos transporta a través de una variada fauna cinematográfica. Así, conoceremos el ego de un director de fotografía narcisista y obsesivo; un guapo proyecto de actor estrella tan destalentado como rubio; una actriz cuyo mayor éxito fue una escena de baño en una película de Richard Gere; un actor enano con crisis de identidad… Y una amplia gama de personajes de lo más variopinto, que tratarán por todos los medios de sacar adelante un proyecto tan loco como su propio director.

“Vivir Rodando” es, sin duda, una película muy recomendable. Y no lo es solamente para pasar un buen rato, sino que, con su visionado, se pueden aprender un par de cosas sobre la maquinaria del cine de bajo presupuesto. Con Tom DiCillo, aprendemos que el cine independiente no se mueve a golpe de talonario, sino de corazón.

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